Y ya vemos.
Tengo la habitación hecha un desastre, desde hace varios días. Mis compañeros de piso opinan que incluso desde hace varias semanas. Como mi vida, como mi cabeza. Y es que todo está revuelto, nunca encuentro el momento de ponerle orden, ni las ganas de hacerlo.
Pero hoy cuando han llamado a mi puerta, yo que nunca me escondo de nada, y me ha dado un poco de vergüenza el estado en el que la han encontrado. Casi nunca me paro detenidamente a verla y siempre pienso que mañana tendré un poquito más de tiempo para recolocarlo todo. Me tumbo en la cama sin hacer nada y las horas pasan mucho más deprisa de lo que a mí me gustaría. Quisiera poder poner una pausa hasta poder recomponerme por completo pero el tiempo no se detiene y nada va a volver.
Una paloma se ha puesto en mi ventana a observar la escena, creo que juzgaba duramente lo descuidado que está todo. No me ha dado tiempo a sacarle una foto y se ha marchado dejándome con el cargo de conciencia de haber dejado pasar los días sin hacer nada al respecto. Y pienso que sólo necesitaba reírme un poco. Y pensar menos.
Dejar de darle vueltas a las cosas, de estar pendiente del tiempo que falta, del que ha pasado, del que no va a volver. De las pocas ganas que me quedan, de si me estaré equivocando, de si me he equivocado o si podría haberlo hecho de otra forma.
Soltar. Y hacer lo que me apetezca, lo que me salga del corazón. Sin muchos rodeos. Sin miedo a que me lo partan. No quiero perderme nada. Porque sé que ser una valiente es arriesgarlo todo y no guardarme nada.
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