Cerca


Caminaba mirando al suelo mientras pensaba en mis zapatos salpicados y en el contraste que hacían las gotas de lluvia sobre ellos. Suena el móvil y le digo que ya voy, que estoy de camino. Espero impaciente a que el semáforo me de la señal y cruzo sin mirarle porque me da un poco de vergüenza mantenerle la mirada mientras me voy acercando. Sigo mirando mis zapatos cruzar por el paso de cebra mientras advierto que sobre el suelo se refleja la sombra de mi paraguas de lunares que me resguarda de la que nos está cayendo. Pienso en ese momento que no hay forma de que nos veamos sin lluvia de por medio y espero que esta vez no pierda su paraguas.

- Con el tiempo te das cuenta de que nadie es tan especial.

Despierto de repente de un sábado que no me parece muy lejano y aterrizo de nuevo en el final de un jueves cualquiera que me sacude las ideas y los pensamientos. Pienso de repente en un cuento al que recurro mucho y me acuerdo del zorro que pide que le domestiquen. Nadie es tan especial, pienso. Nadie que no se haya dejado domesticar, nadie que no haya tenido el detalle de dejarse conocer, de acercarse lo suficiente. Y me cuestiono si soy yo quién ha tenido el espejismo de que puede que nadie se haya dejado conocer o se haya acercado lo suficiente. Pero los zorros son salvajes y se arrepienten rápido de la intimidad. 

"Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo..."

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