Una isla feliz

Generalmente siempre sé qué decir. Pero últimamente sólo lo hago si sé que me están escuchando o si de verdad me parece que les importa lo que vaya a contar. 

De hecho, tengo muchas cosas que decir. Aunque la mayoría de ellas sean un absoluto despropósito. Y es que para mí la vida es eso. Poder compartir todas esas estupideces que me bailan en la cabeza, y que me presten aunque sólo sea un ratito las estupideces ajenas. Sentir que uno no está solo. Que nuestra mente trabaja casi todo el día y que no vive en una isla. 

Pero hoy he querido ser una isla feliz. He visto el mar desde lejos y he maldecido no llevar en mi maletero algunas cosas de emergencia para poder pisar la arena y meterme en el agua. Hacía mucho sol y podía sentir la brisa con las ventanillas bajadas.

Y he decidido convertir un lunes en una tarde de sábado, pasear sin prisa y sin chaqueta bajo el sol. En silencio, obedeciendo sólo a lo yo quisiera hacer. A permitirme dudar, volver e irme. Sin rumbo, sin apenas batería en el móvil. Sentarme sola en una terraza y elegir estar sola cuando todo está preparado para que seas más de uno.

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