The lunchbox

No suelo muchas cosas, pero me atrevo a afirmar que cuando hago algunas de ellas me siento como el niño que desenvuelve un caramelo de domingo.

No suelo, muchas veces, escuchar otras canciones que no sean las mismas canciones que llevo en mi móvil una y otra vez, y pocas veces me planteo ampliar el repertorio e indagar cosas nuevas. La curiosidad me llega con algunas personas, y con las cosas que cuelgan en su muro. 

Hoy vi una canción en tu muro que nunca habría buscado, que tampoco habría escuchado a menos que saliera en la radio, y que ni siquiera puedo prometer que no cambiara de emisora. Nuestro punto positivo es que nada que venga de ti me suena estridente. No sé si me explico. 

Si viene de ti, le doy una oportunidad, y puede que la acabe escuchando varias veces seguidas. O incluso que me den ganas de escribir.

Tampoco suelo, ir mucho al cine, puesto que resulta un pasatiempo excesivamente caro. Cuando tenía quince años solíamos ir prácticamente todos los fines de semana, y nos daba para el autobús, la entrada de cine y si me apuraba hasta para las palomitas. Siempre había alguna película interesante que ver o con una crítica meridianamente aceptable. Será porque me he hecho mayor, que todo me parece mucho más caro y peor.

Pero hace algún tiempo me descubrieron un cine con un encanto especial al que me hubiera gustado llevarte. Antiguo, allá dónde los haya. Y barato, sobretodo si aunque me pongan más años de los que tengo, me creen con mi carnet de estudiante en la mano y entro por la míseria de 3 euros.

No me da para elegir la película, pero hay que reconocer que más allá de eso, la mayor parte de las veces la compañía puede hacer interesante una tarde aún cuando no conocías hace más de un par de horas las películas que proyectan en el D'Ors.

Hace tres semanas, en la fachada, 'The lunchbox'. Ni bien ni mal. Ni idea de qué saldría de ahí. Desde entonces una frase que me baila, "A veces el tren equivocado te puede llevar a la estación correcta".


Notas de papel entre desconocidos, que no lo parecían tanto. O almenos, no se sentían. A veces echo de menos escribir en papel, pero ya se sabe, nos puede la ansiedad de la inmediatez. Algún día te escribiré en papel, aunque la respuesta tarde así como una semana, aunque mientras tanto me debata entre si explicarte qué te he escrito por whatsapp o no.

"Nadie compra un billete de lotería caducado".

De repente un día, saber qué ya no quiero lo que creía que quería. Pensar que llegué de casualidad a esa estación, y darme cuenta de que este billete aún no ha caducado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Algodón

Rompecabezas