Maldita sea

Que la curiosidad mató al gato es algo que todos tenemos demasiado asumido, y convivimos con esa dichosa frase de la cual nadie duda que esté repleta de sabiduría popular.

Lo que probablemente no me había planteado es que, la curiosidad puede matar también a una gata.


Que la historia se puede repetir una y mil veces, y que si no se deja de curiosear no se dejará tampoco de morir. Vivimos entre mentiras piadosas, y entre verdades inventadas para poder vivir lo más dignamente posible.

Empieza a cobrar sentido esa frase que me parecía tan absurda de que, cuanto más aclaras, más oscurece. Y te das cuenta que, de repente te encontrabas en un momento de tu vida en el que aparecías frente a tres caminos distintos, y Dios sabrá porque, elegiste uno, no exactamente al azar pero no de forma muy inteligente. Por practicidad, imagino.


Y no acabas de estar segura, y curioseas. Como ya curioseaste una vez, sólo que esta vez, no has esperado tanto, y en el primer asalto ya pones tu trampa de ratones para ver realmente qué se cuece. Y no te gusta, y te sabe amargo.

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