Ausente
Ausente. Estoy tan ausente que apenas escribo. Apenas sé cómo escribir lo que pienso. Ni siquiera soy capaz de escribir lo que veo cuando cierro los ojos. He desaparecido. Desaparecí hace un poco, no mucho. No he estado aquí pero tampoco he estado en otra parte. Ausente. Totalmente ausente. Imaginandome en cualquier otro lugar del mundo, lejos de mí, lejos de todo esto. Pensé en escribirte. Pero no sabía muy bien el qué. Tal vez sobre la envidia de no estar aquí.
Pensé en las muchas cosas que me gustaría hacer, los muchos lugares que me gustaría ver y los muchos idiomas que me gustaría hablar. Y en el miedo a todas ésas cosas.
También me gustaría haberte escrito sobre lo poco desconocido que me resultas a pesar de todo. O lo aparentemente conocido. Míralo como quieras.
Pensé en mi americana, en mis manos calientes y en en una noche en la que hacía frío cuando no debía.
Necesitaba éso. Exactamente éso. Llevaba demasiado tiempo buscándolo. Y ahondé demasiado. Ausente.
He estado demasiado ausente.
Supongo que ésto es lo que quería, que no es lo mismo que lo que querían de mí.
No lo sé todo. Ojalá pudiera. Pero ni yo ni nadie. No puedo. Quiero poder decir que no lo sé.
Quiero un poco de paz. Y ser más normal de lo que acostumbraba a gustarme. O quizás sólo pasar un poco más desapercibida. Respirar más. Hacer menos. Vivir más. Cargar menos. Zambullirme. Sentirme ausente.
Me he zambullido demasiado, parece que he estado demasiado ausente. Y ahora que he sacado la cabeza del agua, la primera bocanada de aire quiero que venga de tí. De todo lo que tengo lejos. De todo lo que te envidio.
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